jueves, 15 de agosto de 2013

LA TIERRA PROMETIDA; O LA PROMESA DE UNA TIERRA.

Por Freddy X. Jaramillo Vargas.

Mutilados de un destino, si podría caber el término, son cientos, son miles o más bien cientos de miles;  y en la inocencia de su esperanza especula el interés y la ambición de una transacción prohibida, del tráfico de sueños y de un futuro por demás poco alentador.
Y tras de ellos la miseria, la realidad inédita para pocos, la verdad absoluta de muchos. Familias enteras, niños, ancianos y jóvenes, la confluencia de un grito unísono que pide clemencia, la personificación del “grito desesperado.” Por todo aquello me he animado a escribir de manera incierta, como una acción lirica inspirada en la amargura que yace en la desesperación que nos alienta la inequidad y la injusticia social, de nuestro pueblo, de nuestro mundo.
Proliferan y se reproducen, se acrecientan con la sutileza orgánica que promueve la necesidad del abrigo ante la inclemencia de la vida, del clima y la ciudad. Todos irán de a poco ajustando sus sueños a la benevolencia promiscua y limitada pero cierta de las charlatanerías de aquel día en que les ofertaron un espacio digno, una tierra propia, un lugar donde crecer, donde vivir y salvaguardar el fruto de su incansable trabajo.
Mas la constancia es característica en su expansión, en un entorno polvoriento común, entre charcos de lodo y de agua fétida, entre coloridas montañas de basura, entre la incertidumbre sanitaria,  la violencia desmedida, la escasa educación, los abuso de edad y de género, la desnutrición, la alarmante discriminación social y una larga lista mas de problemas sociales posteriores al previo, repugnante y mayor abuso cometido por los seres más viles que puedas imaginar, por ciertos y tantos traficantes, que lucran con los sueños y se valen de ofrendas, de una tierra prometida que con el tiempo se convertirá tan solo en la promesa de una tierra.
Tras de aquello mil falacias, la que conocemos todos e incluso  en la cual en primera fila reposan los cuerpos inertes de las autoridades principales que a sabiendas de lo enfermo que esta el mundo, hacen oídos sordos y vistas ciegas a la realidad que se maquina en una dimensión directa a sí mismos (su ciudad) a la cual un día procuraron defender e incluso mejorar pero que hasta que eso tome efecto, los otros, los muchos, vivirán en aquello, en lo informal de su ilegalidad.
No podemos condenar a nuestra gente a una vida impropia e inhóspita, tenemos que pensar en futuro, convertirnos en gente de avanzada, destrozar mitos y realidades absurdas, conocer que nuestra ciudad es una sinergia de actores, de actrices, de múltiples ambientes los cuales deben de propiciar las condiciones ideales para el sano disfrute de la vida, de la salud y claro, de la ciudad.

Planteemos cosas diferentes, no nos limitemos, la tierra y su tenencia no comienzan y termina en la exagerada privatización tan normal de nuestra América Latina, ni tampoco en la utopía de la “NO” tenencia comunista. No es ni pan, ni mermelada, es la confluencia de una acción participativa de la gente, los deseos provechosos de un buen vivir y lo responsable de la dignidad que merecemos lo cual nos guiaran a una verdadera TIERRA PROMETIDA.

jueves, 23 de mayo de 2013

IDENTIDAD URBANA; O VAMOS O REGRESAMOS.

IDENTIDAD URBANA; O VAMOS O REGRESAMOS.


Cuestionadas ideas económicas (post guerra), implicaron en la modernización de las estructuras productivas y con ello una repercusión evidente en la infraestructura y estructura urbana de las ciudades, así mismo esto genero un “cambio de imagen” de aquellas urbes, convirtiéndolas en ciudades artificiales y anti sustentables (económico, político, social, ambiental y culturalmente) generando un proceso de ruptura en cuanto de la morfología y tipología propia del sitio.

Decía el analista cubano, Carpentier; “Los latinoamericanos de mi generación conocieron un raro destino (…) nacieron, crecieron y maduraron en función del concreto armado…” Pues es verdad, el hormigón los obsesiona, las “regeneraciones” son más bien un fetichismo de altísimo costo y pobre de alma, supongo yo que reunidos en consejo se resolvió reconocer el “infinito” aporte de la “Familia Picapiedra” a la ciudad, al punto de dedicarle un espacio urbano por otro lado ese sentir que la falacia del boom inmobiliario los vanagloria mientras nosotros, los otros, nos apartamos extrañamente de las necesidades más profundas y reales de la ciudad y sus actores. Fruto del más vil clientelismo político. Pero aquellas cuestiones son como un síndrome o pandemia global que aterrizo primeriza en los mayores conglomerados urbanos nacionales y vueltas de sus intentonas “desarrollistas” incoherentes, se han venido replicando con frecuencia y sin el mínimo cuidado en nuestras pequeñas ciudades. Lo preocupante es que aquel síndrome es enaltecido crudamente en tierra criolla por el elitismo y su férrea inequidad, atrozmente fortificada por un bombardeo perceptual euro centrista–americano de la imagen deseada y erróneamente concebido desde la solitaria óptica economicista, la que es tomo o parte más no verdad absoluta.

Ya para el siglo XXI, cuando los procesos de neo-emancipación a los que muchos aciertan como último y definitivo están en franco ascenso, y reconociendo los errores y la mortandad que procreo el infantilismo sagaz de esa apertura multidimensional (económico, político, social, ambiental y culturalmente) NO CABE EN LO ABSOLUTO AL MENOS TOLERAR EL OCIOSO DESINTERÉS POR VINCULAR EL DESARROLLO Y CRECIMIENTO URBANO (y todo lo que ello implica) CON NUESTRA VERDADERA IDENTIDAD. Aquella que sienta sus más profundas raíces, que exprese el más íntimo sentimiento y que inmerso en aquello nos proporcione un crecimiento sustentable.


La continuación de un proceso imaginario, vaciado y viciado es solo atribuible a la limitada y carente visión o capacidad intelectual de un administrador entronizado en los altares de la inconsistencia y la mediocridad.